La sed de la mañana se me clava en la garganta
cuando los ojos palpan las paredes
tratando de orientarse.
Huele a retazos de algún sueño. Sin embargo
las calles siguen fuera
con cuerpos desnudos debajo de las ropas.
Hay un motín de voces
acechando en las esquinas donde el violador
esconde su esqueleto.